De madrugada, y tras releerlo y recitarlo en voz alta varias
veces, cayó en la cuenta de que había escrito su mejor poema. Un poema de amor
dedicado a la mujer que le había devuelto la inspiración y la fe perdidas tras
mil y un espejismos vanos. ¡Está en cada verso, en cada palabra, en cada silaba! Se dijo mientras encendía un último cigarrillo antes de volver a la cama a su
lado. Entonces oyó la puerta de la calle: Era ella, se fue sin darle explicaciones ni despedirse, y
jamás regresó.
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