Cuando la dependienta de la joyería le dijo que el collar que pensaba regalarle a su esposa por su cumpleaños, lo acababa de vender y además a su maldito jefe que últimamente le hacía la vida imposible. Sintió un golpe de ira y de rabia en plena cara. -¿Para quién lo querrá? Continuó preguntándose esa tarde camino de casa. –Para alguna de sus amiguitas, seguro. ¡Maldito viejo solterón! Por su culpa quedaría mal con Paula, porque a ella le encantaba aquel collar. Después de medio año haciendo horas extras y ahorrando para poder comprárselo, ahora le llevaba un anillo que quién sabe si le gustaría o no. Al principio no se dio cuenta, pero al acercarse para besarla, vio en su cuello el collar.
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