martes, 3 de julio de 2018

EL VERDADERO INFIERNO


Cuando descendí al infierno ignoraba que lo era. El diablo que me recibió no era feo, cruel y despótico, sino todo lo contrario. Incluso sonreía. Después, al decirme dónde estaba, recordé todo lo malo que me habían contado de ese lugar y sentí un miedo atroz. Pero, para mi sorpresa, no vi llamas, ni calderas, ni potros de tortura, ni monstruos con tridentes. Sólo cuando reparé en la inmensa multitud de gente, en cómo me miraban, cuchicheaban en voz baja unos con otros y me volvían la espalda sin dirigirme la palabra, para continuar vociferando entre ellos riendo a carcajadas, pensé: ¿He de estar aquí, con estos, por toda la Eternidad?. Sin un sólo momento de soledad, siempre rodeado de zafias alimañas hasta acabar convertido en una de ellas. Imposible imaginar un tormento mayor. ¿Si este es el infierno, qué es el Cielo? le pregunté a Luzbel, y contestó impasible: Lo que tú llamas cielo es la nada.

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