Se quedaron solos. Ella dijo algo que él no escuchó, y con
la mirada puesta en la ventana, encendió un cigarrillo. Él hojeaba un libro.
Ella trataba de hallar en el pasado el ancla de un recuerdo que la hiciera
quedarse. -¿Te apetece un café? No hubo respuesta. Él dormía, o fingía dormir.
La escuchó salir del dormitorio. Trató de imaginarla en la cocina removiendo
cacharros o llorando. Ya se le pasará, démosle tiempo. Ella sacó su abrigo del
armario, y escapó demacrada del espejo. Desde el largo pasillo, comprobó que
todo estaba en orden en la casa; los objetos, los muebles, las cortinas, los
retratos, las luces, las alfombras. Él entreabrió los ojos, pero no pudo ver la
hora y se quedó dormido. Ella antes de marcharse lo miró largamente. Él, en
ese momento, la soñaba a su lado. Ella dejó sus llaves en la mesa. Él, después
de diez años, se sigue reprochando carecer de valor para buscarla.